Si un niño nace sordo, nunca aprende a hablar, a menos que reciba un adiestramiento especial; es "sordomudo." Si la sordera se desarrolla en los primeros años de la vida, después de que se ha adquirido el lenguaje, éste se pierde gradualmente, pero es posible readquirirlo por medio del método de lectura de los labios.
El lenguaje del sordo es áspero, mal modulado y desagradable, y suele hacer muchos ruidos peculiares con la garganta, resoplidos o gruñidos. Estos pacientes son inteligentes y vivaces, hábiles para la mímica y la gesticulación. Son indiferentes a los ruidos de la casa y no parecen entender lo que se les dice.
La sordera es demostrable a edad temprana mediante la observación cuidadosa de las respuestas del niño a los sonidos, pero no se prueba en forma precisa antes de la edad de tres o cuatro años. La técnica del reflejo psicogalvánico para probar la reacción a los sonidos y las pruebas del laberinto, que en general no tienen respuesta en el sordomudo, son a veces de ayuda.
En contraste, el idiota es estúpido en todas sus acciones y habla poco porque no tiene nada que decir. La sordera a las palabras, como defecto del desarrollo, es difícil de distinguir de la verdadera sordera. En general, los padres han notado que el niño con sordera a las palabras responde a los ruidos fuertes y a la música, aunque obviamente esto no asegura una audición perfecta, sobre todo para los tonos altos. El niño con sordera a las palabras no entiende lo que se le dice y hay retardo y distorsión del lenguaje.
Estos niños son vivos, activos, curiosos y a veces hablan incesantemente. Adoptan un lenguaje de su propio diseño y los padres atentos suelen llegar a entenderlo. Este tipo peculiar de lenguaje se conoce como idioglosia. También se observa en los niños que tienen gran dificultad para articular algunas consonantes. Aprenden a leer los labios rápidamente y son inteligentes para llevar a cabo sus ideas.
Fuente: http://www.websalud.cl/Fonoaudiologia/Articulos/Sordera_cong%E9nita_a_las_palabras/